Nací en Beasain en 1965. Me licencié en Ciencias de la Información, y despues cursé la Diplomatura en Estudios Europeos y Derecho Comunitario. Posteriormente, realicé un Master en Dirección y Administración de Empresas (MBA) y, finalmente, también culminé un curso especializado en competitividad, el MOC (Microeconomics of Competitiveness).  Por el momento, porque entiendo la vida como un continuo y permanente emprendizaje y aprendizaje. Y todo ello en clave vital y optimista.

Pasé varios años en Bruselas. Primero, en la Oficina de Información del País Vasco. Después, en el Comité de las Regiones de la UE. Viví de cerca la caída del muro de Berlín. Me pude mover en ambientes multinacionales, trabajando con gentes de muy diferente procedencia, carácter y mentalidad. Tuve la responsabilidad de dejar a su debida altura el “pabellón vasco”.

Ser parlamentario vasco es un enorme privilegio y una gran responsabilidad. He vivido momentos que los tengo clavados en mi memoria, como la aprobación del nuevo Estatuto Político Vasco o la Ley de Consulta. Que nadie piense que quedan en el olvido.

Me emociono con la Real Sociedad. Disfruto con la gastronomía y también con la música. Creo que la ópera es el arte escénico más completo, pero ni mucho menos le hago ascos a un buen concierto de pop o rock (he visto en directo cinco veces a los Rolling Stones). También me gusta el baile, en su vertiente del ballet moderno, contemporáneo o neoclásico. Durante doce años pertenecí al  grupo de bailes vasco Aurtzaka de Beasain. Otra preciosa experiencia. El deporte es importante en mi vida. Leo cuando tengo tiempo, alguna novela de intriga o suspense. La moda me fascina. En Euskadi, con la estela del insuperable Balenciaga, tenemos muy buenos creadores. Pero entre tanta pasión, hay una que destaca por encima de todas: tengo debilidad por mis sobrinos y, especialmente, por mi ahijada Olatz y por mi ahijado bilbaíno Inaxio.